Argentina dio un fuerte giro a la derecha este año con la elección de Javier Milei como presidente. ¿Cómo lo podemos entender desde Uruguay? ¿Qué podemos esperar?
Hace ocho años, en 2015, Cristina Fernández de Kirchner dejaba la presidencia de Argentina con una inflación anual algo por debajo del 30%. La gente, cansada de los aumentos de precios, el aumento de la inseguridad y la erosión de la imagen del kirchnerismo fogoneada desde los medios y el sector empresarial, decidió cambiar.
Quién ganó las elecciones, el derechista Mauricio Macri dejó el sillón presidencial cuatro años después, perdiendo la reelección con una inflación anual promedio de más del 40% y un país brutalmente endeudado con el FMI. La gente, cansada del aumento de precios, el aumento de la inseguridad y la corrupción, decidió volver a darle una oportunidad a un peronismo que prometía ser más moderado y dialoguista.
Quién ganó las elecciones, Alberto Fernández deja el sillón presidencial cuatro años después, sin siquiera presentarse a la reelección con una inflación anual promedio de más del 70%. La gente, cansada del aumento de precios, el aumento de la inseguridad, el aumento de la pobreza, el encierro impuesto durante la pandemia y la tibieza de un gobierno sin rumbo decidió volver a darle una oportunidad a la derecha, esta vez aparentemente aún más radical.
El arco político todo se corrió tanto a la derecha que el candidato peronista venía de apoyar a Macri en las elecciones de 2015. Si él era el “progresismo” imaginen lo que es Javier Milei (ahora también apoyado por Macri).
Mientras la gente parece estar pidiendo elección tras elección un cambio más radical que rompa con una vida cotidiana dura, cara y donde crece la pobreza, tanto el peronismo como la derecha ensayaron en los últimos ocho años cambios mínimos y políticas tibias, fuertemente limitados por una falta de apoyo en las calles y una de las oligarquías más brutas que existen en el continente americano.
El peronismo, motor de las grandes transformaciones en la Argentina de los últimos 100 años parece estar hace un tiempo carente de ideas y liderazgos (llevaron al ministro de economía de un país en ruinas como candidato a la presidencia). Desde la derecha, las ideas son las mismas de siempre: privatizar, ajustar y flexibilizar.
¿Qué podemos esperar? Nada bueno. Pero afortunadamente Argentina siempre nos sorprende.
Además de un aumento en la pobreza y la exclusión y una arremetida (mediática primero y si dan los votos, política después) contra los derechos individuales y humanos, todo indica que veremos un crecimiento del conflicto social. El peronismo, sin pasar por una etapa de reflexión o autocrítica, ya está en modo resistencia desde aún antes de entregar el gobierno. En el círculo del nuevo presidente, crece la influencia de Macri.
En este laberinto, el pueblo argentino parece haberse dado por vencido con la clase política y jugará en la calle, día a día, su partido por la subsistencia. En ese caldo de cultivo, no suelen nacer cosas buenas.