Tres mil millones de dólares invertidos, 1.500 puestos de trabajo directo “estables” y hasta 15.000 de forma indirecta (siempre según la empresa). El impacto ambiental estaría reducido al mínimo posible y los daños generados no serían significativos. La tecnología utilizada por una empresa que tiene cero experiencia en la extracción minera sería, además, de última generación. Por si fuera poco, el gobierno anuncia que los impuestos que deberá pagar por la extracción del hierro se multiplicarán y parte de lo extraído deberá quedar en el país para impulsar la industria local.
Comienzan las dudas. Los informes de impacto ambiental presentados por la empresa no son del todo satisfactorios hasta el momento, parte de la oposición política alza su voz contra el megaproyecto y dentro del oficialismo se escuchan reparos a la propuesta. La gente en la calle se empieza a preguntar si esto de Aratirí es tan fantástico, y el presidente, que tiene olfato de sobra, cambia de estrategia.
Le preguntan al presidente si va a dar luz verde al megaproyecto y el presidente asegura que quien tomará la decisión será el pueblo. Aparece en escena el referéndum consultivo. Muchos quedan fuera de juego, otros rápidamente ponen el grito en el cielo. Y nosotros escuchamos de todo.
“La gente tiene demasiados problemas con llegar a fin de mes, educación, salud, inseguridad, como para preocuparse por esto", "a los gobernantes nos pagan para gobernar", "es un tema muy técnico que la población en general no podría entender", "se puede asustar a los inversores", "seríamos como Bolivia y Venezuela", "el presidente no quiere tomar decisiones, se quiere sacar el problema de arriba", etcétera.
La figura de referéndum consultivo, en una inmensa gama de variedades, ya existe hace mucho en el mundo, no es un invento de Mujica y mucho menos de Hugo Chávez. Países con democracias tan sanas como Italia, España, Suecia, Noruega y Reino Unido utilizan esta herramienta. Y lo hacen para consultar sobre temas tan personales como la eutanasia y el aborto y sobre temas tan técnicos como el uso de energía nuclear o el ingreso a la Comunidad Económica Europea.
Si la información está, no deberíamos tener miedo a tomar decisiones de forma directa como pueblo. En un país tan chico y donde somos tan pocos debería hacerse fácilmente y a menudo. Seguro que la democracia saldría fortalecida. Muchos quedamos dolidos por “lo que el pueblo decidió hacer” con la Ley de Caducidad cuando fue consultado, pero estamos seguros de que la decisión hubiera sido otra si no hubiera faltado información.
Si la información está, repito, tal vez sea mejor que todos decidamos si la megaminería a cielo abierto es o no una buena forma de diversificar nuestra matriz productiva o si, por el contrario, pasamos de esta inversión. Si la información está, tal vez sea mejor que, como hicimos en 2004 con el agua, tomemos nosotros una decisión y no se la dejemos a un cuerpo político que, aunque cobra bien, no siempre hace bien su trabajo. Si la información está, permitamos al presidente zafar de una encrucijada que, claramente, ya no puede resolver, y de paso, como quien no quiere la cosa, intentemos hacer un poco más y criticar un poco menos.
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