Quienes aseguran que los grandes medios de comunicación aplastan al usuario y lo llevan a la pasividad, posiblemente no se dieron una vuelta por Tottenham hace un par de semanas, ni mucho menos por alguna capital del norte de África.
Los motivos de las protestas son diversos, las formas de las protestas también, pero todas tienen un factor común: el ciudadano de a pie sale a la calle y se manifiesta. ¿Los resultados? De todo un poco.
Londres durante las "revueltas". |
De todas maneras, nos interesa más Libia, porque allí está el tirano Gaddafi, todo un personaje amigo de Chávez, y porque allí no hay hambre, hay bombardeos, mucha acción y, sobre todo, hay petróleo. Hace meses ya que los libios, en gran parte, se cansaron de un gobierno terrible y salieron a las calles. Primero pacíficamente, luego, al ver que no conseguían nada y con la comunidad internacional de su lado, tomaron las armas que muy gentilmente les cedieron los amigos de la OTAN. Resultado: no pudieron voltear a Gaddafi… hasta hoy.
En Siria pasa lo mismo que en Libia (más o menos): hay un dictador atornillado al poder que reprime con violencia las manifestaciones, hay petróleo y hay un pueblo que ha salido a las calles. Pero la cosa es diferente: este dictador es un dictador amigo de Washington y, sobre todo, de los amigotes europeos, entonces a él no lo bombardean, se limitan a pedirle que no mate tanta gente o que no lo haga de una manera tan obvia. Veremos si este dictador sigue el camino de Gaddafi, el de sus colegas de Egipto y Túnez que rajaron a Europa o si se sale con la suya como hasta ahora lo vienen haciendo sus pares de Marruecos, Yemen y varias otras naciones árabes.
Están también los chilenos, sobre todo, los jóvenes chilenos en las calles. Reclaman por acceso justo a la educación, cosa complicada, complicada en el país trasandino. Hasta ahora Piñera se ha encargado de decirles que no una y otra vez y ellos responden con marchas, huelgas de hambre y caceroleos que cada vez más concitan el apoyo de la población en general. Además, porque son reheavies, algunos terminan las marchas rompiendo todo lo que encuentran y enfrentándose con los carabineros. Resultado: tal vez no consigan mucho de lo que piden, pero están cerca de recuperar un instrumento que la dictadura de Pinochet les robó y que insólitamente dos décadas de gobiernos “de izquierda” no le habían devuelto: el plebiscito.
Otros que salieron a las calles fueron los ingleses o, mejor dicho, los más pobres ingleses, mezclados con árabes, africanos y europeos del este. Miles coparon las calles, se enfrentaron con la misma policía que eliminó a los hooligans e hizo frente años atrás al IRA, rompieron todo y saquearon lo que pudieron. Resultado: cinco días de disturbios en las principales ciudades de Reino Unido, cinco muertos (la primera muerte aparentemente ocasionó el caos que siguió), más de 1.700 detenidos, más de 600 procesados menores de edad, jóvenes procesados por incitar a las revueltas por medio de Facebook condenados a hasta cuatro años de prisión, y lo más terrible: las vacaciones del primer ministro inglés y del Parlamento interrumpidas. Ahora, a organizar las olimpíadas del año entrante.
Por último, están “los indignados”. No son un grupo de justicieros ni de superhéroes. Son jóvenes, sin trabajo, sin nada que hacer, que salieron a las calles de Madrid, Atenas, Tel Aviv y algunas otras ciudades para reclamar mayores oportunidades en tiempos de crisis. ¿Qué oportunidades piden? ¿Qué soluciones proponen? No me queda nada claro, más bien me huele a que ante la falta de dinero para pegar unas buenas vacaciones decidimos acampar en la plaza con amigos que están tan al pedo como uno y ya de paso reclamamos porque queremos el dinero que estábamos acostumbrados a tener. Resultado: Zapatero adelanta las elecciones en España y el Partido Popular, bien de derecha, se asegura un gran triunfo. Por su parte, en Grecia, la imagen del gobierno socialista que heredó la crisis cae por el piso al transar con el FMI y la Unión Europea y prepara la mesa para que quienes fundieron al país puedan regresar como verdaderos salvadores.
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