3. Educación
Spoiler Alert: Si usted tiene más
de cuarenta años, puede (no necesariamente, pero…) que las siguientes palabras
le causen desmedida nostalgia, fuerte rechazo, miedo (sobre todo a lo
desconocido) y otras manifestaciones negativas.
El caso de Uruguay, es un caso especial, claro está, porque en este país
se le ha dado a cada niño y adolescente una computadora con acceso a Internet,
una pequeña cajita llena de posibilidades y amenazas que nuestros niños, y la
gran mayoría de los niños del mundo, por las buenas o por las malas, tendrán
que aprender a usar.
Esta realidad, única en la región, nos adelanta algunos problemas que
debemos abordar y que, tal vez, otros países de la región no se planteen por
varios años. La formación y el conocimiento de las nuevas generaciones estarán
estrechamente ligados a Internet. Algunos cambios ya pueden notarse: las
maestras mandando a buscar información en Wikipedia, las discusiones en bares
que se terminan con una simple búsqueda en Google desde algún celular con
Internet, las carreras universitarias a distancia que se multiplican en la red,
el progresivo abandono del libro cómo fuente de estudio para ser remplazado por
videos, textos e imágenes administrados e interconectados en distintas pestañas
de nuestro navegador de Internet favorito.
La solución no es milagrosa pero tampoco imposible: educar. Una revisión
de los contenidos incluidos en los programas escolares y de educación
secundaria es fundamental (podría reclamar una revisión de la educación como
sistema, pero estaría desviando demasiado el objetivo de este artículo).
Hagamos el ejercicio de recordar las cosas que nos enseñaron en la
escuela y el liceo, las tablas, la fotosíntesis, las frases de Artigas, las
Guerras Mundiales, las ecuaciones, la geometría, algún fragmento del Quijote,
algunas palabras en inglés y muchísimas cosas más. Cada uno hará su propia
evaluación, identificará qué cosas le han servido más y que cosas le han
servido nada, qué cosas nos enseñaron a pensar y razonar y que cosas no nos han
enseñado demasiado.
Ahora pensemos que todas esas cosas que nos enseñaron, están ligadas, o
están dentro de una pequeña computadora que cada niño carga en su mochila. ¿No
se hace clave enseñarle al niño cómo funciona esa computadora y sobre todo cómo
encontrar todas esas cosas que nos enseñan, dentro de ella?
Si sabemos que las nuevas generaciones buscarán las respuestas que las
saquen de la ignorancia en Google, si sabemos que se relacionarán y comunicarán
en Facebook, si sabemos que harán sus compras online y se informarán a través
de portales de Internet y frases del Twitter, si sabemos todo esto, ¿por qué no
preparamos a las nuevas generaciones para usar estas herramientas? Y cuando
digo preparar, no digo enseñarle al
gurí a hacerse una cuenta de Facebook, me refiero a enseñarle a compartir y
comentar contenidos con responsabilidad y a generar sus propios contenidos, me
refiero a aprender como Facebook prioriza y jerarquiza la información, me
refiero a aprender a configurar la privacidad de una cuenta y a desarrollar
relaciones sanas y justas con las marcas y las empresas que hacen comunicación
y publicidad en esta red social.
Lo dicen las frías cifras y lo dice cualquiera que sea medianamente
observador, cada vez nos conectamos a Facebook desde más lugares (computadora,
teléfono móvil, Tablet), durante más tiempo, más personas. El padre que piensa
que cuando el nene está conectado, está “jugando” y se aleja de “la vida real”,
tiene que ser consciente que en Facebook hay problemas, hay acosos, hay amores,
hay información que llena cabecitas, hay alianzas, hay odios, hay novedades,
hay chistes y si bien no hay asados, ya muchos asados se organizan a través de
él. O sea, la “vida real” también pasa por Internet.
Aprender a usar y conocer el funcionamiento de las redes sociales se presenta
necesario. Más apremiante es sin embargo, ya dejando atrás las coloridas redes
sociales que se prestan para (casi) todo, profundizar en el conocimiento del
nuevo oráculo que rige nuestras búsquedas y nuestro acceso al conocimiento y
que se expande como un antiguo imperio pero de forma virtual y real al mismo
tiempo: Google.
Formar ciudadanos que conozcan cabalmente el funcionamiento del motor de
búsquedas más importante del mundo (y de los motores de búsqueda en general) se
hace esencial, si tomamos en cuenta que cada vez más, nuestro acceso a la
información está mediado por Google y que, muchas veces pensamos (con algo de
ingenuidad) que se trata de una búsqueda libre, sin filtros ni censuras.
La forma en que Google nos presenta la información (los resultados de
una búsqueda) incluye censuras a ciertos contenidos, jerarquización bajo
distintos parámetros, publicidad paga para mostrar distintos resultados y
muchísimas otras variables. Tantas variables que se han construido profesiones
en torno al manejo del buscador, que capacitan a las personas para hacer que
cuando nosotros preguntemos algo al oráculo, nos dé, o nos aproxime a, cierta
respuesta.
Educar a niños y adolescentes, enseñarles el funcionamiento de estas
herramientas que los acompañarán el resto de su vida, parece ser clave para
garantizarle libertades como futuros ciudadanos informados. Un problema, es que
a los mismos centros de poder que hoy manejan los grandes medios de
comunicación, tampoco les convenga que la gente acceda a este tipo de formación
(por algo no se educa a los niños para convivir con los medios de
comunicación). Otro problema, es que la gran mayoría de maestros y profesores,
y de quienes forman a los maestros y profesores, y de quienes arman los
programas que estos maestros y profesores ejecutan, están incluidos en el spoiler alert del comienzo de este
artículo, y a esta altura, ya pueden haber dejado de leer, o pueden estar
demasiado enojados como para estar de acuerdo.
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