Los golpes entre jugadores de Peñarol y Nacional. La actividad sexual hiperreproducida en el ciberespacio. Nos cansamos de hablar de cosas que afectarían nuestra moral, opinamos, escupimos y seguimos adelante.
Tienen que ir presos los jugadores de
ambos cuadros, ninguno, sólo algunos, sólo aquél que yo vi que
fue el que empezó todo. Tienen que ir presos los que filmaron el
video, o los que abusaron de ella, o ella misma. Desde un sillón,
entre la tanda de la telenovela y el próximo cigarro, opinamos con
una liviandad que a veces asusta.
Somos felices jueces, a pesar de que no
nos guste tomar decisiones. Juzgar no está mal. El problema es que
no sabemos nada.
La televisión no está ofreciendo
entretenimiento suficiente. A los libros hace rato ya los hemos
dejado. Hablar de cosas relevantes se torna aburrido y creemos que
estamos pensando cuando formamos una opinión sobre lo que debería
haber sucedido con los protagonistas de un video prohibido o las
estrellas del equipo de tus amores.
Pero el tema es que nuestra opinión
suele ser cada vez más liviana a medida que nos alejamos de los
hechos. No estábamos en Santa Teresa ni tampoco en la cancha del estadio. Creemos saber mucho porque lo vimos “todo” en un video.
Pero no nos damos cuenta de que no vimos nada.
Opinamos igual. A veces en defensa del
protagonista que consideramos la víctima. Entonces nos sentimos bien
con nosotros mismos. A veces decimos que “esas cosas pasan” y que
“hay que hacerse cargo”. Entonces sentimos que estamos siendo
realistas. A veces pedimos la horca y a veces damos el perdón
divino.
Sin pensarlo, sentimos que nuestra
opinión importa. En realidad, no importa (a menos que seas el juez
del caso, obvio). Lo que sí importa son la suma de opiniones
totalmente infundadas, livianas, hasta estúpidas.
Esta masa de opiniones es la que afecta
como un todo a los protagonistas (y sobre todo a las víctimas, si es
que las hay) y, además, nos marea, nos aturde y nos termina privando
de opiniones que realmente valen la pena. Que podrían aportarnos.
Opiniones que saben de los hechos a los que se refieren.
En los últimos días he escuchado (y
hasta elaborado) un sinfín de opiniones livianas, huecas, pelotudas.
Luego me di cuenta de que no sé nada. Por eso, en vez de opinar sobre lo
que no sé, les comparto opiniones, que opino, valen la pena*.
*Lamentablemente, aún no pude
encontrar una opinión escrita que valga la pena sobre los incidentes
en el último partido clásico y sus impactos en la opinión pública.
Si alguien conoce una, se agradece la comparta.
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