La campaña de Pedro Bordaberry para
pintar de blanco los muros que fueron antes pintados por terceros
dice mucho sobre el nivel de debate en torno a los bienes públicos y
mucho más, sobre el principal candidato colorado a la Presidencia.
“Creemos que los políticos, cuando
estamos en campaña, tenemos que transmitir valores. No ensuciar, no
destruir. Tenemos que dar un mensaje claro en cuanto a que hay que
cuidar el país que aspiramos a gobernar. Si queremos gobernar el
Uruguay no podemos hacer una campaña destruyéndolo”. Así
explicaba Bordaberry a La República su campaña “Yo Estoy”, por
la que reúne a “voluntarios” en distintas zonas, les da gorros y
remeras con la marca de la campaña y les proporciona los materiales
para pintar de blanco lo que sea que otros hayan pintado antes.
"Si (los muros) son del pueblo no
son de partido político alguno, ni del Comunista, FA o Colorado; son
de todos y por ende nadie debe apropiarse de ellos", dijo
Bordabeery y agregó: "lo que es bueno es que se comparen los
distintos valores frente a los derechos de todos, quienes se los
quieren apropiar y quienes los cuidan" planteaba el candidato a
presidente por el Partido Colorado al portal Montevideo Comm.
Primero lo primero. Los muros no son de
nadie, o mejor dicho, son de todos. El sentimiento de propiedad es lo
que nos podría llevar a cuidarlos mejor. Desde hace muchísimos
años, han sido un espacio en el cual distintos sectores han
expresado sus ideas, promovido sus propuestas, acusado a sus
acusados. Lo han hecho históricamente todos los partidos, lo han
hecho organizaciones sociales y también lo han hecho particulares,
aquí en Uruguay y en todo el mundo (el desarrollado y el menos
desarrollado). Generalmente, son un espacio dónde los sectores que
no tienen acceso económico a la publicidad “formal” o no tienen
interés en realizar dicha publicidad, cuentan sus ideas, sus
opciones y sus apoyos.
Pues bien, la conveniencia de seguir o
no permitiendo ese uso de un bien público como son los muros, es una
discusión realmente interesante. Particularmente, las pintadas
político partidarias no me agradan, pero otro tipo de artes
callejeros sí. En fin, aquí cada cual tendrá su opinión. Y esta
muy bueno debatirla.
Pero esta campaña de marketing
político denominada “Yo Estoy” tiene poco que ver con ese
debate, aunque quiera a veces camuflarse en él. Siempre vale la pena
preguntarse algunas cosas.
Pregunta 1. ¿Qué significa pintar un
muro de blanco? Aquí intervenimos un bien público para no decir
nada. Si tuviera sonido, el muro pintado de blanco sería el muro
silenciado. Algo que suena a totalitario, pero que vemos en Twitter
como si no fuera nada. Yo me saco fotos tapando tu muro. No con otro
mensaje. Simplemente lo silencio.
Pregunta 2. ¿Con qué autoridad Pedro
Bordaberry pinta los muros de blanco? Siguiendo con la línea
argumental de que se trata de un bien público, algunos podrán
decirme que lo hace con la misma autoridad con que otros grupos
escriben lo que quieren en esos muros. Esta bien. Entonces esta al
mismo nivel que los otros grupos. Se arroja la misma autoridad.
Decide, como deciden los otros, arbitrariamente, qué es lo que debe
decir (o no decir) un muro. Si es así, no le veo motivo a hacer una
campaña publicitaria al respecto.
Pregunta 3. ¿Es lo mismo decir algo
que acallar lo que los demás dicen? La respuesta parece clara.
Cuando digo acallar, me refiero a que (cómo lo vemos en las fotos
que Pedro nos comparte en su Twitter), lo que se hace es tapar la
expresión de alguien que dice Tabaré o Lacalle Pou presidente.
También es tapar la expresión de alguien que pinta un muro de
colores. Tan simple como eso.
Pregunta 4. ¿Es una campaña por una
ciudad más limpia? No. Pintar de blanco no es limpiar. Muchos muros
no deben ser blancos, no lo son originalmente, y pintarlos así no es
limpiarlos. Además, pintar un muro de blanco no limpia los carteles
que colgamos en las columnas, los afiches que pegamos en la
Biblioteca Nacional y en otros edificios, ni la contaminación visual
que provocan los autoparlantes y los múltiples camiones-carteles que
se mueven por la ciudad. Y finalmente, ¿por qué hacerlo solamente
en un año electoral?
Tal vez los asesores así se lo
recomendaron. Lo cierto es que la campaña ha tenido cierto impacto
mediático (aquí estoy yo escribiendo sobre esto), ha servido para
borrar algunas pintadas de la oposición blanca y frenteamplista y ha
atraído a varias personas a sumarse como “voluntarias”,
convenciéndolas de que están haciendo algo para tener un país
mejor y arrimándolas a una militancia muy macrista, muy light, muy
siglo XXI.
Pero lo que hay atrás es lo que
preocupa y en última instancia lo que me ha llevado a escribir esto.
Alguien que se arroja a sí mismo la defensa de algo para lo que no
fue elegido (hasta aquí podríamos ir bien) pero que al tomar esa
defensa cómo su bandera, la utiliza para acallar a los demás, para
silenciar otras voces. Eso debería preocuparnos, sobretodo cuando
viene de alguien que aspira a gobernarnos a todos.
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