Hace un año exactamente publicamos un
video de poco menos de cuatro minutos de duración. El proyecto era un
ambicioso y tal vez un ingenuo intento por decir muchísimas
cosas que pasaban por mi cabeza y que sospechaba que podían ser
compartidas (en parte o totalmente) por muchos otros.
Hasta el momento el video tiene algo
más de 100.000 reproducciones, provocó miles de comentarios en las
redes sociales y saltó a algunos medios de comunicación. Una
repercusión muchísimo más grande de la que esperábamos.
Fuimos acusados de pertenecer a una
“generación imbécil” y de padecer algún “retardo mental y
panfletista”. Cuando hablo en plural me refiero a mí y a mi buen
amigo Emilio, responsable de ponerle imagen a mis palabras, de
dirigir y editar el video.
Nos llegaron muchísimos comentarios e
interactuamos con miles de usuarios de internet a los que no
conocemos y probablemente nunca conozcamos. Es fantástico, divertido
y generalmente difícil de creer.
Alguien desde el Partido Colorado se
ofendió porque dije “país de viejos” y me invitó a hacer mi
video nuevamente en 20 años, porque “cuando quieras darte cuenta
la vida te va a atrapar como atrapa a todos”. Otro señor mayor
dijo que el video es “propio de jóvenes, necesaria rebeldía que
intenta que el resto piense igual.. se sabe... les falta mucho por
suerte para llegar a las etapas de viejos sabios”. Yo pienso que si
ser viejo es automáticamente ser sabio, este país andaría volando.
Pero no.
Algunos se ofendieron porque mencioné
a Hugo Chávez, otros porque mencioné a No Te Va Gustar (“Ni en
pedo me fumo esa pasta base musical que es NTVG. Informate vos, botija, escuchá mejor música y salí del tupper en el que tenés
la cabecita”).
Superficial y reduccionista, un poco
tendencioso de más, soberbio, gris y melancólico, sumamente
subjetivo, egocéntrico de a momentos, centralista y un largo
etcétera. Así calificaron a nuestro video. Pero con Emilio también
fuimos blanco de algunas críticas personales. Al parecer no
trabajamos, estudiamos en la ORT (?), no estuvimos en la represión
del Filtro y, por sobre todo, no sufrimos la dictadura.
Muchos se animaron también a
sugerirme cosas que debería haber agregado en el video: “Te
faltó agregarle 'fume porro', 'me drogué', 'estuve con un varoncito', 'tuve amigas lesbianas,
negras y asiáticas', 'me hice el pro diversidad para estar
a la moda', 'me pegué un pegotín de Agarrate Catalina en
el termo junto con la banderita multicolor de los multilocos' y 'acaté el mandato de la hegemonía pseudoprogresista'". Como
ven, el humor estuvo también a la orden del día.
Hasta aquí, nada
de lo que les cuento me había preocupado. Digamos que siempre hay
gente a la que no le va a gustar lo que uno hace, digamos que siempre
hay gente pronta para decir estupideces en el anonimato de las redes
sociales, digamos que, emocionados, somos susceptibles de escribir
barbaridades. Pero hubo otros comentarios que sí me preocuparon, que
son una prueba irrefutable de que hay gente que no está bien y que
vive en el mismo país que nosotros.
“EN ESTE PAÍS MANDAN LOS CHORROS
Y SALÍS CON MIEDO A LA CALLE, EL ASESINATO ES LO MAS COMÚN QUE AHÍ
(sic)”.
“más alarmante me parece el
olvidarse (o para los más nuevos, ni siquiera saberlo), cuando las
rejas estaban solo en las cárceles, y no en todas las ventanas y
puertas, cuando el trabajador iba a trabajar y sabía que llegaba a
casa, y no que moría por 10 pesos en su propia puerta, en la que el
maestro podía ir a enseñar sin miedo a que le partan la cabeza o 'lo esperen a la salida'...”.
“te olvidaste de poner que hace
tiempo ya que no se puede ni salir a la calle porque te roban hasta
la cédula, y que te vas a trabajar sin saber si volvés a ver a tu
familia por la inseguridad”.
Estos tres
comentarios me parecieron dignos de Kabúl. No intento negar que
tenemos, como sociedad, un problema con la delincuencia. No tengo ni
la más mínima intención de negarlo, pero me sorprende que haya
gente que diga esto, que viva con miedo, que viva a través de la
radio y la televisión y El País y El Observador. En serio, no hay
manera de que me convenzan de lo contrario. Salgo a la calle todos los
días. Insisto. No se puede salir con miedo a que uno le roben y lo maten. No tiene lógica. No se condice con la realidad. No es una
probabilidad alta. Es mucho más probable caer muerto de un infarto,
que te pase un auto por arriba, que te encuentren un cáncer. No es
lógico que vivamos con miedo a que nos maten en la calle. Puedo
mostrar miles de cifras que van de la mano con lo que estoy diciendo,
pero si no cerrás el diario, apagás la tele y salís a pasear por
la calle todas mis cifras no te van a poder sacar el miedo.
Hubo comentarios
que me preocuparon más:
“MI VIDA PORQUE NO HABLAS DEL
PRECIDENTE DE MIERDA QUE TENEMOS QUE CAGO A LA CLASE MEDIA Y ALTA
PARA DARLE A LOS POBRES.”
“yo tuve que trabajar en el 2004
por TRES MANGOS, pero trabajo había y que no digan mentiras; que la
gente no quisiera trabajar en una crisis es otra cosa.”
No supimos qué contestar a estos comentarios. Fueron únicos. Comentarios perdidos
entre cientos de personas que nos daban para adelante. Me temo que
quienes piensan así (llegan a negar una crisis como la de 2002 y
sostienen la teoría de que “los pobres” se están quedando con
todo nuestro dinero bien ganado) pueden no ser tan pocos. Son muchos
los que lo piensan en silencio, los que eligen olvidarse, los que
eligen solo ver el bolsillo propio. Sin colores políticos de ningún
tipo. Esta gente es la que no permite que el país avance. Hay que
hacérselo notar.
La preocupación
queda. Pero no está sola. Por suerte. Nos llovieron alientos y
elogios desde todos los rincones. Profesores de aquí, de Argentina y
de Chile que creyeron que el cortometraje era tan valioso como para
mostrárselo a sus alumnos adolescentes y abrir debates necesarios.
Comentarios de personas que sufrieron la crisis económica mucho más
que nosotros y que agradecen nuestras palabras, como un pequeñísimo
reconocimiento a lo que tuvieron que vivir y a lo que lograron
sobreponerse. Viejos y nuevos amigos y compañeros que aparecer o
reaparecen en nuestras vidas gracias al misterio de la viralidad. Y
muchos pequeños relatos que nos erizan la piel.
“mi viejo
perdió su trabajo en la crisis del 2002, y todavía tengo la imagen
en mi cabeza de verlo en el sillón de casa, tirado, un hombre
inteligente que no podía conseguir laburo en ningún lado, esa
imagen no me la quita nadie. Tampoco me voy a olvidar de la primer
milanesa que pudimos comer después de mucho tiempo, nunca me
gustaron mucho las milanesas, pero en ese momento fue un placer".
Imposible que no nos muevan estas palabras.
Nací con la democracia no fue pensado para ser interpretado de ninguna forma en
particular. En realidad, no fue pensado en base a su potencial
impacto, sino más bien a una necesidad de decir, sin cadenas, sin
filtros, con la libertad que hoy solo puede darnos este medio
virtual.
Queda solo dar las
gracias. Una y cien mil veces. A quienes pusieron play en el video. A
quienes nos comentaron sus impresiones, a quienes comentaron sus
impresiones con terceros, a quienes nos hicieron pensar con sus
historias, con sus críticas y sus apoyos. A quienes nos defendieron
sin conocernos y a quienes nos atacaron con razón. A los amigos de
la vida que prestaron sus rostros para aparecer en el video sin
siquiera preguntarme qué es lo que iba a decir. A Emilio que hizo
que el video sea un tremendo video. Agradezco como si estuviera
recibiendo un premio, ya sé. Pero después de poner lo que tiene que
poner uno para decir lo que siente y piensa en cuatro minutos, la
respuesta al video para mí es tremendo premio. Gracias. Más videos
vendrán. PensáUnPoco está de fiesta.
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