El Uruguay de los números está de más.
La economía uruguaya creció sin parar durante los últimos 12 años.
En 2014, salvo la construcción, todas las otras áreas de la
economía experimentaron una expansión1. Además, la cantidad de
personas pobres bajó a menos de 10% por primera vez desde 2002 y
la cantidad de personas indigentes no para de descender2. Por su
parte, el índice medio de salarios crece y crece, por encima siempre
de la inflación.
El Uruguay de los rankings también
está bárbaro. Desde listas sobre desarrollo de la democracia o
libertad de prensa3 hasta participación y gobierno electrónico4, estamos
tranquilos primeros en la región y muchas veces entre los mejores
del mundo. Hasta en el ranking de la FIFA estamos entre los mejores,
y desde hace rato.
Claro que hay números que mejorar y
posiciones que escalar. Si no miren los números de asesinatos de
mujeres en lo que va de 2015 o nuestra ubicación en el ranking de
equidad de género en el Parlamento (en el que ocupamos el lugar 99,
justo detrás de Somalía, Rusia y Guatemala)5.
Pero qué bien que estamos igual. Casi
todas las semanas sale una cifra o una lista positiva. Ya casi no son
noticia, salvo en los portales de internet, donde todo es noticia.
Tantas buenas calificaciones deberían tener, uno cree, impacto en
nuestras vidas cotidianas. Pero ni tanto.
El Frente Amplio ha realizado durante
2014 una campaña muchas veces basada en esos números, en defender
lo logrado en estos años, los puestos alcanzados, las tendencias
numéricas. Una explicación de su victoria electoral, bien podría
ser la valoración -por parte de gran parte de la población- de esas
mejoras, de esos logros alcanzados. Como números que son, parecen
incuestionables, absolutos, difíciles de rebatir. De todas formas,
es bueno tener presente que los números son eso: números.
Abstracciones que nos dan sin dudas una pista certera de la realidad,
pero que no pueden ser interpretados a la ligera, en títulos de
prensa o comentarios de ascensor.
Ahora dejemos los números y los
rankings de lado porque son un arma de doble filo. Puede haberle
servido a cierta fuerza política para acceder o mantenerse en el
poder, pero tarde o temprano habrán otros números que llegarán a
defender y catapultar a la fama a otras fuerzas políticas. Ingratos,
los números son ingratos. Y quien los utiliza para convencer muchas
veces tiene razón, pero debe saber que los números no tardarán en
volverse en su contra.
Allí se avizoran en el horizonte los
números de las pruebas PISA, de repente fundamentales para el
Uruguay. Los números de rapiñas, hurtos y homicidios. Los números de suicidios y de accidentes de tránsito. Los números
de inflación. Los números de créditos y préstamos. Y la oposición
política, si no estuviera tan maltrecha, ya estaría frotándose las
manos.
Había un presidente que insistía en
que todo debía reducirse a la búsqueda de la felicidad. No lo
traigo a cuento por nostalgia, sino más bien como un recordatorio.
¿Por qué hacemos lo que hacemos? Ahí los números no alcanzan para
brindar explicaciones y el materialismo histórico parece fallar.
Cuando se saca a los números de encima, cuando se apagan los
discursos de los políticos, cuando nos quedamos un poco en silencio,
en nuestra casa con rejas o en nuestras calles sucias, ahí es donde
debería surgir la pregunta y con suerte su respuesta.
¿Por qué hacemos lo que hacemos?
¿Para qué? ¿Para quién? Esta realidad que construimos entre
todos, la cotidiana, la del día a día, hace que aún muchos
uruguayos y uruguayas no puedan hacerse esas preguntas. Puede que ya
tengan el televisor que querían, puede que ya hasta hayan conocido
Florianópolis, pero aún no pueden hacerse esas preguntas. Y
mientras no puedan, fallamos todos los que estamos tirando para ese
lado. Los de arriba y los de abajo. Y los números nunca nos van a
mostrar eso.
Referencias:
1. la diaria
2. Instituto Nacional de Estadística
3. Reporteros Sin Fronteras
4. Agesic
5. Women in National Parliaments
Referencias:
1. la diaria
2. Instituto Nacional de Estadística
3. Reporteros Sin Fronteras
4. Agesic
5. Women in National Parliaments
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