martes, 24 de octubre de 2017

No es lo mismo


Uno.

La situación es esta: en Argentina te matan para robarte un par de zapatillas. Hay una generación (al menos) totalmente perdida y el gobierno anterior llenó el país de vagos con planes sociales repartidos por doquier, mientras se robaba todo. Los chorros y asesinos, que casualmente son pobres y violentos, usan a los menores de edad para robar y matar, por lo que una idea sería que se modifique la ley para poder meterlos presos desde chiquitos.

Pero con Cambiemos, las cosas van a cambiar por fin. Llegó un tipo que sabe gestionar (miren qué bien lo hizo en Boca Jrs.) y no va a robar porque (atención) ya es rico y poderoso. El cambio se siente en la calle (sobre todo en los carteles) y el domingo pasado se sintió fuerte en las urnas.

Los dos párrafos anteriores son un resumen del discurso de un chofer de remise que me lleva de una punta a la otra de la ciudad de Buenos Aires, la ciudad que votó, por mayoría abrumadora, a un personaje tan siniestro como impresentable: Lilita Carrió.

La amabilidad del conductor, su porteña simpatía y mi cansancio después de un día intenso me ayudaron a no preguntar opiniones acerca de Santiago Maldonado. Quién sabe qué historia de Walt Disney me podría llegar a contar.

Dos.

“Cristina y Macri son lo mismo: ladrones, demagogos y al final sólo políticos al servicio del un sistema que siempre busca el beneficio de unos pocos sobre la miseria de muchos. No hay diferencias”. Son palabras de amigos y compañeros uruguayos, gente a la que especialmente respeto y admiro. No sé cómo empezar a explicarles que no son lo mismo. Me quedo siempre enredado en maletas llenas de dinero, bóvedas secretas, la grieta, el populismo, los piquetes y las medidas comerciales antipáticas para Uruguay. Me frustro. No puedo explicarles que no son lo mismo.

En un apartamento cerca del Abasto, entre vinos y gatos y proyectos, me encuentro con alguien que compartiendo mi frustración sin saberlo me reconforta.

Tres.

Me despierto viendo a Macri bailar en la pantalla de la televisión, al centro de la imagen. Detrás de él las mujeres: Vidal, con su imagen virginal haciendo palmas, Michetti esforzándose por entrar en cuadro y la esposa del presidente intentando seguir la frenética coreografía del presidente. Pienso en Mercedes Vigil horrorizada por la apariencia de Mujica y Topolansky. ¿Qué pensará de un Jefe de Estado haciendo este bailecito pelotudo? Podés bailar Mauricio, pero no así ni ahí por favor.

Busco en la pantalla al ganador de la noche en la provincia de Buenos Aires, Esteban Burllich. Es difícil encontrarlo en el escenario, está al fondo, casi como de adorno, como en el resto de la campaña. Lo veo triste, no sé porqué me da esa sensación. Tal vez esta triste porque va a ser senador y no podrá cumplir su sueño de convertirse en gerente de recursos humanos para las grandes empresas como Ministro de Educación. Fuerte. No son lo mismo me digo y me dispongo a salir a la calle en la mañana siguiente a las elecciones legislativas.

“Gracias vecinos” rezan los carteles que decoran la ciudad con la cara angelical de María Eugenia Vidal. No entiendo porqué la gobernadora de la provincia empapela la ciudad. Supongo que será la próxima candidata a presidenta de Cambiemos. No son lo mismo me repito.

Epílogo.

Ella tiene en contra al poder económico, al poder mediático, al poder judicial y ahora a toda la maquinaria estatal. Él la tiene a ella en contra. El que no vea la diferencia entre ellos dos, no la va a ver por más que escriba 10.000 páginas y me quede sin voz de tanto argumentar.


El tiempo dará razones. Posiblemente para ese entonces ya sea tarde para muchos. No es uno o el otro, pero no son lo mismo. Decir que lo son, es estar jugando (queriendo o sin querer) para un lado. 

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