Una prensa fuerte, independiente de los grandes poderes y formada, es un pilar fundamental para una democracia saludable. No parece haber nadie que discuta esto. Hace pocas semanas, el periodista y director del Semanario Voces, Alfredo García explicaba por qué su empresa se sumaba a “un comunicado de la mayoría de los medios de prensa de alcance nacional planteando la crisis que los diarios y semanarios uruguayos están viviendo” y proponiendo “que el Estado y los principales actores de la prensa desarrollen en conjunto un esquema de medidas que sirvan para apoyar a este sector…”.
Según García, “el papel de la prensa no es sólo informar, es formar ciudadanía y desarrollar lectores críticos que no se conforman con una sola versión de los hechos ni una opinión político-ideológica. Soy de los que cree en que una república sin partidos políticos y sin prensa escrita es renga. Soy de los que sostengo que una sociedad sin una enorme diversidad de medios es tuerta. Soy de los que reafirma la vigencia de la prensa escrita como generador insoslayable de contenidos, aunque después se vean, lean o escuchen en cualquier otro soporte mediático. Por todo eso es que VOCES se integró a ese llamado de alerta de la semana pasada, porque estamos a tiempo que Uruguay cuide nuestra prensa y no se vuelva una democracia muda”.
En otra columna, esta vez del diario El País, Antonio Mercader sentencia que “el gobierno debería reflexionar sobre este tema dado que un país sin una prensa sustentable, libre y plural tiene su futuro amenazado”.
Está claro que ninguno de los medios firmantes del comunicado (Brecha, Búsqueda, El Observador, La República, El País, Caras y Caretas, Crónicas y Voces) ha descubierto una buena manera de transitar el camino del mundo de papel al digital y que tampoco han podido desarrollar modelos de negocio realmente sostenibles (someter su existencia a una suscripción, como hace la diaria por ejemplo, sería la muerte para muchos de estos medios por su poca cantidad de lectores).
Pero este artículo no busca abordar la coyuntura del negocio y la situación de las empresas, aquí lo que me interesa es cuestionar es el verdadero aporte de éstos medios a la vida democrática del país y a la formación de ciudadanía.
Miremos a los costados. Un ejercicio que nos ha servido (al menos hasta ahora) para zafar relativamente del nuevo embate neoliberal en la región que ya genera más pobreza, más exclusión y más desigualdad. Miremos a nuestros vecinos: Argentina y Brasil. Es muy difícil que alguien pueda poner en cuestión que las grandes empresas detrás de sus grandes (en relación a su alcance y su tiraje, no a su calidad, por supuesto) diarios, Clarín y La Nación en Argentina y Folha y O Globo en Brasil han realizado un muy pobre trabajo formando ciudadanía y fortaleciendo democracia desde que finalizaron las dictaduras en ambos países. Por el contrario, uno podría decir que han aportado mucho a generar sociedades desinformadas, favoreciendo intereses particulares y promoviendo el debilitamiento democrático que desembocó en un quiebre institucional en Brasil y en un (nuevo) brote de desigualdad y exclusión en Argentina.
Analicemos detenidamente las portadas de estos diarios, sus sitios web, sus satélites en televisión y radio cualquier día y podremos verificar que su aporte a la generación de una ciudadanía con más herramientas para decidir, más informada y más democrática es nulo, o más aún, negativo.
¿Y qué pasa en Uruguay? Qué podemos decir de los medios que firman esta carta. Bueno, me cuesta mucho creer que por el sólo hecho de que tu empresa sea un diario, un medio de comunicación, ya estés contribuyendo a los fines máximos de la prensa: informar, revelar, construir ciudadanía, velar por la democracia. No, hace falta mucho más que eso.
Me tiento a discriminar entre el trabajo de unos y otros, a determinar por qué algunos de estos medios son considerados (por mí) fundamentales en el aporte periodístico al país y a la sociedad y otros no. Entiendo también que aquí cada uno tendrá su opinión y que no debe ser el Estado y mucho menos el gobierno quien diferencie a unos de los otros. Empiezo a imaginar cómo desde la ciudadanía podríamos promover el apoyo a unos y negar el apoyo a otros. No encuentro una solución que me parezca adecuada.
Si el gobierno de turno o el Estado se definen a apoyar con medidas, con subsidios o con lo que sea a este sector empresarial, sería bueno que lo haga con el fin de auxiliar a empresas que no están logrando hacerlo bien con sus cuentas, con el fin de cuidar puestos de trabajo. Pero el verso de que cualquiera de las empresas firmantes (tal vez a excepción de Brecha y Búsqueda) es indispensable para la construcción de ciudadanía y para la buena salud de la democracia es algo que deberíamos dejar de repetir. Ni uno, ni todos. La pluralidad de voces en la prensa es fundamental, pero para autollamarse “prensa” hay que hacer mucho más que imprimir un diario.
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